TU AMOR SEÑOR
En 1 Corintios 13:8 leemos: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará”.
Este versículo es un recordatorio poderoso de la naturaleza eterna del amor. En un mundo donde todo parece ser temporal y fugaz, el apóstol Pablo nos asegura que el amor es la única constante. Pensemos en las cosas que a menudo perseguimos: el conocimiento, las habilidades, incluso las experiencias espirituales extraordinarias como la profecía y hablar en lenguas. Todas estas cosas tienen un propósito y un tiempo limitado. Al igual que los conocimientos que aprendemos en la escuela, que pueden volverse obsoletos, o las habilidades que desarrollamos, que pueden ser superadas por la tecnología, las profecías y las lenguas son herramientas que sirven a un propósito particular en la historia de la iglesia. Habrá un momento en que ya no serán necesarias.
Pero el amor, el amor que viene de Dios y que se manifiesta en nosotros, nunca termina. ¿Por qué? Porque el amor es la esencia de Dios mismo. Cuando amamos, estamos reflejando el carácter de nuestro Creador.
Este pasaje nos invita a reevaluar nuestras prioridades. ¿Estamos invirtiendo más tiempo y energía en acumular conocimientos, en buscar experiencias espirituales espectaculares, o en cultivar relaciones basadas en el amor? El versículo no menosprecia las profecías o la ciencia, pero sí las pone en perspectiva. Nos recuerda que lo que realmente perdurará, lo que tendrá un valor eterno, es la manera en que hemos amado a Dios y a los demás.
¿Cómo podemos practicar un amor que no falla? Esto significa amar incluso cuando es difícil, perdonar en lugar de guardar rencor, y buscar el bienestar de los demás por encima del nuestro.
El amor verdadero no es una emoción pasajera, sino una decisión diaria. Es elegir la paciencia, la amabilidad, la humildad y el perdón. Es lo que mantiene unidas a las familias, a los amigos y a las comunidades.
La fe en Cristo nos capacita para amar de esta manera. Su amor incondicional por nosotros en la cruz es el ejemplo supremo. Al reflexionar sobre este amor, somos transformados y capacitados para amar a los demás con la misma gracia.
Así que, mientras perseguimos nuestros sueños, adquirimos conocimientos y buscamos crecer espiritualmente, recordemos siempre que la cosa más importante, la que verdaderamente perdurará, es el amor. Es la base de nuestra fe y la meta de nuestra vida. Oremos para que Dios nos ayude a ser personas que vivan, piensen y actúen con un amor que nunca falla.

Totalmente de acuerdo con lo expresado en el devocional. Aunque, es cierto que perdonar la maldad de otro, es todo un desafío. Pero con el Amor de Jesús se puede lograr.