CUANDO EL DOLOR NOS ENCUENTRA EN SILENCIO

‼️Cuando el dolor nos encuentra en silencio‼️

“Mi cama está empapada de mis lágrimas; con mi llanto riego mi lecho todas las
noches.” – Salmo 6:6📖

🌠Hay momentos en la vida en que el dolor se siente más agudo en la quietud de la
madrugada. Cuando el mundo duerme, nuestras propias angustias a menudo se
despiertan. Quizás te encuentres en este momento, con lágrimas que humedecen tu
almohada mientras las primeras luces del alba aún no asoman. El salmista David, un
hombre conforme al corazón de Dios, conocía bien estas noches de desvelo y
lágrimas. Su expresión en el Salmo 6 nos permite saber que no estamos solos en
esa experiencia tan íntima y, a menudo, solitaria.
La madrugada es un tiempo donde las distracciones del día se desvanecen. No hay
llamadas telefónicas, correos electrónicos ni la necesidad de poner una “buena cara”
para los demás. Es en esta hora silenciosa cuando nuestras defensas bajan y nos
permitimos ser genuinamente vulnerables. Las lágrimas que derramamos en la
oscuridad no son para ser vistas por nadie más; son una expresión pura de nuestro
corazón ante Dios.
Quizás tus lágrimas son de tristeza por una pérdida, de frustración por una situación
difícil, de arrepentimiento por un error, o incluso de confusión ante un futuro incierto.
Sea cual sea la razón, esas lágrimas son una oración líquida, un clamor que va más
allá de las palabras. Dios las ve y las escucha. Él no se intimida por nuestro
quebranto; de hecho, la Biblia nos dice que Él recoge nuestras lágrimas en Su odre
(Salmo 56:8).
Aunque la madrugada puede parecer el momento de mayor oscuridad, también es la
antesala del nuevo día. En medio de tu llanto, hay una promesa que brilla tenue pero
firmemente. El mismo salmista que lloraba en su cama también proclamó: “Por la
noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Salmo 30:5 RVR60).
Tus lágrimas en la madrugada no son en vano. Son el proceso de vaciarnos, de
soltar lo que nos pesa, para que Dios pueda llenarnos con su paz y esperanza.
Permítete sentir, permítete llorar, y luego, con la fe de que el nuevo día trae nuevas
misericordias, entrégale todo a Dios. Él es el consolador en nuestras noches más
oscuras y el amanecer de nuestra alegría.
Si estás experimentando una madrugada de lágrimas, recuerda que no estás solo.
Dios está contigo, escuchando tu corazón y preparando el camino para la alegría que
viene con la mañana.

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