Dios nos revela cada día a nuestras vidas su amor. Nuestra mente finita no logra entender cómo se ama así dando todo esperando nada. El amor natural se agota. El amor que aprendimos no se renueva y se cansa. El amor terrenal mide. Se da de gotas. Es egoísta. Espera y exige ser reconocido.
El amor de Dios nos atrae a él con lazos eternos y no busca lo suyo. Busca nuestro bien. Es un amor sincero. Es por ese amor que confiamos y sabemos que todas sus promesas son seguras. Porque su amor no cambia.
Es su amor que cree en nosotros a pesar de…
El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.
1 Corintios 13
