LA OTRA ORILLA

Marcos 4.35

Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. 37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. 38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? 39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. 40 Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?

“Pasemos al otro lado” (v. 35)
Jesús es quien toma la iniciativa de cruzar el mar. Él tiene un propósito y un destino. A menudo, en nuestra vida, las “tormentas” o dificultades no son un indicio de que estamos fuera de la voluntad de Dios, sino que a veces son parte del camino que Él nos ha llamado a recorrer.

2. La presencia de Jesús en la barca: “Le tomaron como estaba” (v. 36)
Los discípulos se llevaron a Jesús en la barca tal como estaba, después de un largo día de enseñanza. Jesús estaba cansado, dormido en la popa. Esto nos enseña una verdad poderosa: Jesús está con nosotros en medio de nuestras dificultades, incluso cuando parece que está “dormido” o que no se da cuenta de lo que está pasando. Su presencia no siempre se manifiesta de la manera que esperamos, pero Él está allí.

3. La tempestad y el miedo: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (v. 37-38)
La tormenta se levanta de forma repentina y violenta. Los discípulos, muchos de ellos pescadores experimentados, se ven abrumados por el miedo. Su pregunta a Jesús revela su desesperación y su percepción de que Jesús no se preocupa por ellos. ¿Cuántas veces en medio de una crisis hemos sentido lo mismo? “Señor, ¿dónde estás? ¿No te importa que esté pasando por esto?” La tempestad en nuestra vida puede ser una enfermedad, una dificultad financiera, un problema familiar o cualquier otra situación que nos haga sentir que estamos a punto de “perecer”.

4. La autoridad de Jesús: “¡Cálmate, sosiégate!” (v. 39)
Jesús se levanta y, con una simple orden, reprende al viento y al mar. La respuesta es inmediata y total: “sobrevino una gran calma”. Este es el punto central del relato. Demuestra la autoridad de Jesús no solo sobre los demonios o las enfermedades, sino también sobre la creación misma. Él es el Señor de todo. Su poder es mucho mayor que cualquier tormenta que podamos enfrentar.

5. La pregunta de Jesús a sus discípulos: “¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?” (v. 40)
Jesús les hace una pregunta crucial. Su miedo no se debe a la tormenta en sí, sino a la falta de fe en Su presencia y poder. Ellos habían visto las obras de Jesús, pero en el momento de la prueba, su fe flaqueó. La historia nos desafía a examinar nuestra propia fe. ¿Confiamos realmente en que Jesús tiene el control, incluso cuando las circunstancias son adversas?

Reflexión personal:
Este pasaje nos anima a no perder la perspectiva en medio de las tormentas de la vida. La pregunta no es si vendrán las tormentas, sino cómo reaccionaremos ante ellas. La paz no siempre viene de la ausencia de problemas, sino de la certeza de que Jesús, el que tiene toda autoridad, está con nosotros en la barca. Podemos llevarle nuestras preocupaciones y miedos, y confiar en que Él es capaz de traer calma a la tempestad, tanto la de afuera como la de nuestro corazón.

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