La “túnica de diversos colores” que su padre Jacob le regaló a José era mucho más que una simple pieza de ropa.
Quizás representaba:
Favoritismo: Era una señal del amor y la predilección de Jacob por su hijo menor, un amor que superaba al de sus otros hermanos. Este favoritismo era la fuente de la envidia y el resentimiento de sus hermanos.
Identidad y Estatus: La túnica lo distinguía de sus hermanos, quienes eran pastores. Era un símbolo de un destino diferente y más elevado, lo que se confirmaba en los sueños de José, donde las gavillas y los astros se inclinaban ante él.
El Destino Prometido: La túnica era una manifestación física de las promesas de Dios a José. Su padre, y él mismo, veían en ella un futuro de liderazgo y grandeza.
Cuando los hermanos de José le quitaron la túnica antes de arrojarlo al pozo y venderlo como esclavo, no fue un simple acto de despojo. Fue un intento violento de:
Anular su identidad: Buscaban deshacerse de lo que lo hacía especial y preferido. Al quitarle la túnica, trataron de despojarlo de su identidad y su destino prometido.
Destruir su estatus: Querían rebajarlo, llevarlo de una posición de privilegio a la de un esclavo, el nivel más bajo posible.
Borrar el favoritismo: Querían eliminar la señal visible del amor de su padre. Al mojarla en sangre de animal, le enviaron un mensaje devastador a su padre, un mensaje que parecía confirmar que el destino de José había sido aniquilado.
A pesar de que le quitaron la túnica y lo vendieron, el destino profético, no fue eliminado.
El llamado de José no dependía de la tela, ni del estatus que le daban sus hermanos o su padre.
Su destino se manifestó incluso en la esclavitud y la prisión, donde su don de interpretar sueños lo llevó eventualmente a la presencia del Faraón.
Al final, se convirtió en la persona más poderosa de Egipto, cumpliendo su llamado de salvar a su familia y a toda una nación de la hambruna.
El despojo de la túnica fue un momento de gran dolor y traición, pero no fue el final. Fue el comienzo de un camino de humildad, sufrimiento y fe que, en última instancia, le permitió cumplir su verdadero destino. La historia de José nos enseña que las adversidades pueden ser el camino para manifestar un propósito más grande y que un llamado verdadero no puede ser despojado por las circunstancias.
