¿SU PRESENCIA NO LA SIENTES?
Pensar en Dios es ya tenerlo presente en nuestros pensamientos y emociones. Pero su presencia es más que eso.
Él siempre está presente aunque no sea visible como tal a nuestros ojos naturales pero lo contemplamos en un paisaje, en una flor, en el prójimo, en el aire, en el cielo y tanto más podríamos enumerar que son la manifestación real del Dios vivo.
El salmista decía que no había lugar para estar fuera de su presencia y es verdad, dónde podremos escaparnos que no esté su obra redentora y creadora.
Su presencia es su manifestación a nuestras vidas y es la convicción en nosotros que él está donde estamos.
Delante de él estamos y disfrutamos su presencia, su compañía, su estar con nosotros y en nosotros.
Su presencia es verdadera en nosotros pero no logramos percibirla cuando vamos tan apurados por la vida a causa del afán que nos distrae que no nos deja detenernos a estar con él, con nuestro Dios, delante de él, en su presencia.
Como que más de una vez nos ponemos tristes o frustrados por que nos decimos: …no siento la presencia de Dios….Dios siempre está presente, no juega a las escondidas, nos olvidamos que él es omnisciente.
Lo que deseamos sentir tiene que ver con nuestra relación con Dios, es decir que sabemos de él, que esperamos, cuánto le creemos, si le amamos, si lo buscamos y tanto más.
Si no lo percibimos no se trata de Dios tiene que ver con nosotros, con nuestro corazón que por alguna razón se enfrió y endureció dejando de sentir no solo a Dios.
La presencia de Dios nos transforma, cuando la vivimos, experimentamos y decimos ser llenos se produce un cambio en nuestras vidas. Si no hay cambio todo lo que decimos sentir es emocionalidad, es nuestra alma que nos engaña. Cuando nuestro espíritu se conecta y es vivificado por la presencia de Dios nacemos de nuevo, no queda nada viejo.
Volvamos a él , a pasar tiempo en su presencia, adorando, cantando, orando, en silencio para oír su voz, leyendo su palabra, recordando sus maravillas y ser vivificados por su Espíritu.
¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu presencia?
8 Si subiere a los cielos, allí estás tú;
Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
9 Si tomare las alas del alba
Y habitare en el extremo del mar,
10 Aun allí me guiará tu mano,
Y me asirá tu diestra. Salmos 139.7

Son una bendición