David, el rey y salmista, se encontraba en el desierto de Judá en circunstancias difíciles, pero no dejaba de alabar el nombre del Señor.
El hacia vigilia en la noche, pensando en Dios. Era para el un banquete ese tiempo de alabar al Señor.
Me atrevo a creer que esperaba la noche con anhelo y devoción para deleitarse evocando en sus pensamientos ,acostado, cansado, con sueño, al Dios todopoderoso, ese que lo defendía una y otra vez del lazo del cazador y del varón violento.
Seguramente se dormía con sus labios llenos de alabanza y su corazón lleno de esperanza, pero David, el salmista, el dulce cantor de Israel , él mismo procuraba ese tiempo ” a solas” “cara a cara ” con Dios;
él mismo intercedía, él vigilaba, era su propio centinela amando más la presencia de Dios que la comodidad del sueño.
Qué tremenda pasión por agradar el corazón del Padre.
Nos ayude el Señor a meditar y poder decir como David, ‘me quedo despierto pensando en tí”
¿Cuánto hace que no le alabas en las vigilias de la noche?
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Recostado, me quedo despierto pensando y meditando en ti durante la noche. Como eres mi ayudador, canto de alegría a la sombra de tus alas.
Salmos 63
